Día de Reyes

Día de Reyes

Debo reconocer que de todas las fiestas navideñas mi preferida fue siempre el día de Reyes.

De pequeña lo vivía con ilusión esperando algún regalito que siempre aparecía, de solo Dios sabe donde, en un domicilio tan precario como el mío, pero donde siempre reinó la alegría, el respeto y el amor.

De adolescente esperaba ese día porque era el momento de renovar vestuario y eso para alguien joven, en edad de presumir, como decía mi abuela, era un momento muy importante.

Al llegar a la adultez, todo cambió, la responsabilidad de los regalos recayó en mí y por primera vez, al menos conscientemente, admiré a mis progenitores al entender cuantas filigranas había que hacer para contentar a todos. Aún así yo vivía las compras de Reyes con ilusión y una ligera inquietud que casi se acercaba a la felicidad. Pensar detenidamente en los regalos para unos y otros. Elegirlos con mimo tratando de aunar lo pedido con lo práctico, pero que a la vez fuese algo sorpresivo y hacer coincidir todo eso en un monedero en el que tintineaban escasas monedas… no resultó nunca tarea fácil, pero no por ello resultaba menos ilusionante.

Cuando llegaron mis hijos entendí al cien por cien el sentido de este día. Vivir con ellos los nervios en la jornada previa a la llegada de sus majestades los Reyes. Ver sus caritas de ilusión, con esos ojitos encendidos y esas sonrisas excitadas, era magia pura. No sé si eran ellos más felices o yo por poder hacer realidad sus sueños ese día, dentro de mis posibilidades.

Cuando crecieron todo cambió, la magia se diluyó en una fiesta para compartir regalos que, a veces, se limitaban a un sobre con dinero, aunque siempre me negué a que no tuviesen algún paquete que abrir esperando ver su contenido y, a pesar de que sean mayores, en esos momentos sus ojos vuelven a brillar y yo me siento feliz. ¿A quién no le gusta recibir un regalo?

Con el paso de los años, la Navidad ha perdido casi todo su sentido para mi, al igual que ha pasado en tantas personas que conozco, el boom del consumismo acaba enturbiándolo todo impidiendo a la magia hacer su trabajo, por eso el auténtico sentido de estas fiestas sigue perviviendo principalmente en el corazón de los niños.

Yo agradezco infinito seguir ilusionándome al comprar regalos y, cómo no, al recibirlos, sea lo que sea, el solo hecho de que esa persona que me lo hace llegar haya dedicado un tiempo y parte de sus ahorros a comprarlo me hace valorarlo intensamente, y este sentimiento crece al llegar el día de Reyes.

Ojalá sus majestades hayan sido generosos con todos y nuestros ojos hayan brillado por un momento en el día de hoy.