CALADORAS DE MI TIERRA
Durante muchos años las tradiciones y el folclore han sido el eje de mi vida. Hoy en día también, pero debo reconocer que han perdido protagonismo en mis pensamientos y acciones, algo que debo corregir. Sin embargo, cuando llega el Día de Canarias, y el entorno se remueve escarbando en el pasado del pueblo que sustenta mi existencia, mi corazón late de nuevo con la memoria de la especie.
Imágenes, sonidos, sabores y aromas concretos van despertando esa memoria y mis pies vuelven a sentir el deseo de moverse al ritmo de las folías e isas que tantas satisfacciones me dieron en su momento. Aquí y allá suena la música que hacía posible sentir ese deleite interno que producía el saber que, con cada paso, honraba la memoria de las personas que me antecedieron, y regreso a mi pasado reciente.
Siempre dije que bailar folclore canario era mucho más que evolucionar con movimientos y pasos concretos que ejecutábamos por diversión, bailar folclore canario es mantener vivo un legado cultural y eso… a mi me hace feliz. Ojalá a día de hoy pudiera hacerlo con más frecuencia.
Luego están los sonidos, sabores y aromas. El sabor de la carne en adobo que adereza nuestras fiestas y reuniones, o el del vino de la tierra que refresca las gargantas en las romerías; el aroma de los ventorrillos; el sonido de las parrandas con esos timples repiqueteando por doquier y, por encima de todo, el gesto feliz de quienes se sumergen en el pasado sintiéndolo presente y en proyección de futuro. Algunos privilegiados disfrutan de todo eso más allá del Día de Canarias. ¡Ellos sí que saben!
Nunca olvido tampoco que las mujeres de mi familia me enseñaron en su día a calar. Una vez escribí una canción a las caladoras que, aunque nunca le interesó a nadie incluirla en su repertorio, yo recuerdo con emoción cada 30 de mayo: “Caladoras de mi tierra”.
Junto a la abierta ventana
reposa tu bastidor,
mostrándonos la belleza
de tan preciosa labor.
A la sombra del parral
se oyen risas de mujer,
que comienzan la tarea
de calar en el mantel.
Conversaciones ligeras,
sin la vista levantar,
la aguja, hebra tras hebra,
entra y sale sin parar.
Estribillo
Cala, cala, caladora,
como tu madre y tu abuela.
Cala, cala, caladora,
enseña a la más pequeña.
Manos ágiles con alas,
van hilvanando dibujos
arañones, cruces, randas.
productos del mismo embrujo.
El mundo agradecerá,
artesanía tan nuestra,
con tu esfuerzo lograrás,
que la tradición no muera.
Estribillo
Cala, cala, caladora,
como tu madre y tu abuela.
Cala, cala, caladora,
enseña a la más pequeña.
Bis