Esa mezcla de sabores endulzados con azúcar, ternura y nostalgia nos acerca a la Navidad.
Es como si, de pronto, ella se hiciera presente en nuestros hogares.
Desde la cocina llega el repiqueteo del aceite que dará ese toque dorado que entra goloso por nuestros ojos antes incluso de probarlas; el aroma a harina, batata, almendras, limón y canela va despertando nuestros deseos culinarios; el sonido espolvoreado del azúcar que se adhiere a la superficie aún caliente nos hace la boca agua y, todo junto, nos aproxima a las fiestas entrañables haciendo que, incluso los que ya no estarán en nuestra mesa en esos días, se hagan presentes en esos momentos entrañables donde el sabor a hogar se queda prendido en una simple bandeja de truchas.
Tú ya no estás mamá, pero tus truchas siguen estando en mi mesa cada año a pesar de que, como sabes, odio la cocina.
