Sentada tras el cristal de la ventana, rociada por la lluvia de hacía un momento y por la que ahora se colaba un sol cálido muy de agradecer en aquella mañana fría, sus manos ágiles y sabias se afanaban en la blancura del mantel al que intentaba bordarle apliques coloristas que dieran alegría a su cocina. Una labor más para llenar sus momentos vacíos de todo y de todos.
Cada vez le gustaban más aquellos momentos íntimos y creativos, los cuales la alejaban no solo del tedio de la soledad, sino de sus propios pensamientos y de mil sinsabores. Cada vez que veía terminada una labor la miraba complacida y orgullosa, nunca imaginó que de sus manos pudieran salir cosas tan bellas… al menos a ella se lo parecían.
Ahora, en esa soledad medio impuesta y medio propiciada por ella misma, sus manos bailaban danzas inimaginables sobre el teclado al impulso de sus musas; volaban raudas sobre la labor hecha con las diferentes agujas compañeras en mañanas o tardes como esta; sus dedos se afanaban titubeantes haciendo danzar los pinceles sobre el lienzo impoluto dejando allí una impronta de creatividad en estado puro, plagada de inseguridades pero colorista y gratificante.
Miró por la ventana soltando la labor por un momento y sus ojos, se deleitaron en un azul brillante, limpio y luminoso que se fundía a lo lejos en un océano sereno que de puro azul parecía de plata. ¡Cuánta falta hacía aquella lluvia que traía consigo una atmósfera limpia y saludable!
Afuera la vida seguía su curso, con las idas y venidas de la gente, con sus prisas y su estrés, sus obligaciones e inquietudes. Por un momento sintió pena por ellos al verse reflejada en esa inquietud hasta no hacía mucho tiempo, justo hasta el momento en que descubrió la dulzura serena y cálida de la soledad y lo poco que necesitaba todo aquello tras lo que había corrido durante años en un desperdicio de vida que podría haber sido totalmente plena y placentera.
El cielo comenzó a cubrirse de nubes grises y compactas. Seguro que en nada volvería a llover. Cubrió de nuevo sus piernas con la cálida manta de viaje que la aislaba del frío y retomó su labor. Estaba segura de que su cocina luciría preciosa en cuanto terminase aquel mantel.