Fin del verano

Fin del verano

A veces, avanzamos por la vida a trompicones, o como se diría en el argot marinero, como barco a la deriva. No sé si a ustedes les pasa, pero yo me siento así en ocasiones y les aseguro a aquellos que no lo hayan vivido así, que no es deseable en absoluto, sientes que avanzas sin rumbo y no terminas de ver una meta al final del camino, pero tú sigues adelante y… ya se verá.

Quienes me conocen saben que soy mujer inquieta y activa, a pesar de que con el paso del tiempo haya aprendido a bajar el ritmo, por lo que avanzar dispersa es algo que me descoloca por completo, necesito sentirme centrada para poder dar todo de mí sin que ello afecte a mi salud o a mi vida.

Creo que este verano me he sentido un poco así, desganada, desencantada… ¡Yo qué sé! La inactividad es cierto que ayuda a descansar y a reorganizar tus actividades, pero en mi caso solo me ha llevado a sentirme perdida y esa sensación no compensa la agradable del descanso y la desconexión de obligaciones.

Afortunadamente, la temporada estival va llegando a su fin, y con él vuelven las actividades y mi mente ya ha comenzado a programar el último trimestre de un año que ha sido bastante ajetreado, profesional y personalmente.

Dos meses de descanso, dos viajes muy gratificantes, horas dedicadas a la jardinería y a preparar el lugar para los encuentros entre amigos, han llenado mi verano y doy gracias a la vida porque haya sido así… a pesar de sentirme descolocada y algo perdida.

¡Mira que somos difíciles de contentar! Aun así, yo sigo dando gracias a la vida y a todos los que forman parte de ella.