ETIQUETA SECTORIAL

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YO SOY PERSONA. Por encima de todo soy PERSONA.

Luego ya puedo ser mujer, heterosexual, apolítica, católica, pobre, morena, gorda, blanca, vieja, madre, hermana, hija, tía, sobrina, prima, esposa, vecina, amiga, compañera, española, canaria, chicharrera, escobonalera, perdigona, bailadora, escritora, poeta, folclorista o activista cultural… Pero yo, por encima de todo… SOY PERSONA.

El Sistema nos etiqueta porque separados en pequeñas comunas somos más fáciles de manipular. Nada como la competencia y la envidia para separar a los seres humanos en pequeños grupos manejables para sus intereses. “Divide y vencerás” es el lema.

Para ello utiliza todos los recursos a su alcance, pero sobre todo, el de los medios de comunicación que, lejos de informarnos sobre lo que realmente acontece en el planeta, son usados como la forma más sencilla de llegar a la población para aleccionarlos o, como diríamos los canarios, comernos el coco y que acabemos haciendo lo que ellos quieren y de la forma que les interesa, o sea… para aborregándonos y que avancemos solo en la dirección estipulada por quienes manejan el Sistema para su propio lucro y la realización de sus objetivos cada vez más oscuros.

Ante ese acoso constante, que nos mete el miedo en el cuerpo, la gente busca la protección de pequeñas “tribus” con las que sentirse seguro e identificado y reforzar así las cojeras de su propia identidad interior, sin ser conscientes de que ese simple gesto los aísla de enriquecerse con el contacto de otras personas que hablan o piensan diferente y que podrían ayudarles a crecer como seres humanos libres e independientes, como personas librepensantes. Así nacen las etiquetas sectoriales y de pronto, sin comerlo ni beberlo, sin pararnos a reflexionar, un día nos despertamos tomando conciencia de que somos esto o aquello: blanco o negro, heterosexual o lesbiana, de derechas o de izquierdas, ateo o religioso, viejo o joven, soltero o casado, europeo o latino…

Competencia, competencia, competencia… todo el mundo quiere ser mejor, más alto, más guapo, más rico, más listo, más… lo que sea, pero más. Destacar del rebaño usando medios a veces deleznables de acoso y derribo, para yo llegar antes que tú a donde sea, pero el primero.

Si parásemos por un momento el ritmo de vida frenética (por supuesto impulsada por el Sistema) en que nos movemos día a día, y nos permitiésemos mirar alrededor, hacer recuento de qué, de todo eso que ambicionamos, es realmente necesario para tener una vida plena, nos daríamos cuenta de la cantidad de tiempo que perdemos en luchas inútiles que no nos llevan a ninguna parte ni nos hacen mejores para lo que realmente es importante, ¡vivir! Y, por el contrario, nos restan energía y nos impiden poder disfrutar de aquello que de verdad aporta algo positivo a nuestra vida.

Por eso yo nunca permitiré que me aparten de los negros por ser blanca, de los latinos por ser europea, de los musulmanes por ser católica de nacimiento, de los colectivos LGTBIQ+ por ser heterosexual, de los hombres por ser mujer, de los ricos por ser pobre… porque detrás de cada una de esas y otras etiquetas yo simplemente veo personas a las que puedo mirar a los ojos buscando solo si en su interior hay oscuridad o luz, los dos únicos motivos que podrían acercarme o alejarme de ellos.

El tiempo que me quede por transitar en este fangolero en que hemos convertido el planeta solo habrá una lucha en mi vida, intentar demostrar, con hechos, que otra forma de sociedad es posible.